Santo Domingo hombre orante

DOMINGO,»HOMBRE ORANTE», SEGÚN SUS BIÓGRAFOS

Es importante contar con testimonios diversos al proceso de canonización, para conocer la opinión de aquéllos que certifican las fuentes de la oración dominicana sin la presión propia de un proceso juramentado, como debieron hacerlo los testigos de Bolonia y Tolosa. Por ello es pertinente conocer el dato histórico presentado por los biógrafos, de los cuales resaltamos a dos de ellos: Jordán de Sajonia y Cecilia Cesarini, quienes nos permiten un acercamiento más fiel al retrato físico y espiritual de Santo Domingo.

2.1 JORDÁN DE SAJONIA:
Como primer sucesor de Santo Domingo en el gobierno de la Orden, es considerado como el primer biógrafo de nuestro padre. Señala Jordán en su «Libellus», en el capítulo titulado «Leyenda de Santo Domingo»16 que: «Durante la noche, nadie más perseverante en velar en oración. Consagraba el día a su prójimo y la noche al Señor...tenía la costumbre de pernoctar muy frecuentemente en las iglesias...oraba por las noches y permanecía velando todo el tiempo que podía arrancar a su frágil cuerpo. Cuando, al fin, llegaba la fatiga y se distendía su espíritu, reclamado por la necesidad de dormir, descansaba un poco ante el altar o reclinaba la cabeza sobre una piedra a ejemplo del patriarca Jacob. De nuevo volvía a la vigilia y reemprendía su fervorosa oración».


El mismo Jordán tenía también su manera especial de orar, siguiendo de cerca el modelo de su padre Domingo, llegando incluso a componerle una oración en la que le llama «mi predilecto entre todos los santos» e invocando a Domingo con términos filiales como «tú eres mi dulce esperanza y mi consuelo, mi refugio seguro, a ti sólo me entrego y en ti sólo quiero confiar...hazme como tú: ferviente en la oración».


2.2 CECILIA CESARINI:

Es una joven romana que recibió el hábito de monja dominica de manos del propio Domingo. Ella misma confiesa que cuando hizo profesión en el monasterio de San Sixto en el año de 1220, contaba diecisiete años de edad y afirma que conoció a Fr. Domingo desde 1217 en el monasterio benedictino de Santa María in Tempulo.18


Cecilia vivió hasta 1290, conoció muy de cerca a Santo Domingo y, después de la muerte del santo, se convirtió en el mejor de los testimonios vivientes a quien acudían los seguidores de Domingo, ávidos de conocimiento acerca de la personalidad y el recuerdo del fundador de los Predicadores. De todos sus testimonios, el más elocuente y emocionante es la descripción del retrato de Domingo, que muestra, bajo el aspecto físico, la riqueza espiritual del «Homo Orans».


Dice la Beata que «el bienaventurado Domingo era de mediana estatura, delgado de cuerpo, de cara hermosa y un tanto rubio, tanto sus cabellos como su barba, y bellos ojos. De su frente y de entre sus cejas irradiaba cierto resplandor que a todos cautivaba, moviéndoles a amor y reverencia. Siempre estaba alegre y placentero, a no ser cuando las aflicciones del prójimo le entristecía. Tenía manos largas y hermosas como era hermosa y sonora su voz. Nunca estuvo calvo, aunque sí tenía algunas canas que se esparcían por su cerquillo»19 .


El retrato de Cecilia coincide con muchas de las declaraciones del proceso de declaración, y con los rasgos de la tradición iconográfica de Santo Domingo, como lo veremos más adelante. Pero quizás lo más sorprendente es la visualización de su personalidad orante en el resplandor de su frente, coincidente con la estrella del bautismo, símbolo atribuido por excelencia a Santo Domingo.
En conclusión, el «Homo Orans» se patentiza en la descripción de Cecilia que resalta la manifestación del Hombre Orante en la expresión del rostro, en el amor y reverencia que despertaba en quienes le veían y en la alegría que contagiaba a su prójimo.

DOMINGO, »HOMBRE ORANTE»,
SEGÚN LAS FUENTES
ICONOGRÁFICAS

Una vez canonizado Santo Domingo y establecido su culto se da comienzo público a su devoción, hasta ahora limitada a los espacios conventuales y a los fieles que habían obtenido favores gracias a su intercesión. Esto conlleva la aparición de las primeras imágenes del fundador, aunque desde sus comienzos tanto los frailes como los fieles devotos no fueron muy dados a representarle en ninguna de las técnicas plásticas corrientes, ello explica el escaso número de representaciones tipológicas de Domingo y, aún menos, la aparición de un retrato que le represente en su apariencia física, conocida por sus contemporáneos.

Por el contrario, comienza a presentarse un fenómeno iconográfico poco corriente entre las representaciones medievales: el Domingo Orante, lejano de su similitud física con la figura real del hijo de Caleruega, pero resaltando más bien la presentación de sus atributos de predicador, hombre de evangelio, itinerante y ferviente en la oración.

Será entonces la figura espiritual y apostólica de Domingo el patrón a seguir en las representaciones iconográficas, especialmente en Roma, donde nace este prototipo de representación que exalta no su figura humana sino su espiritualidad, apostolado y obra.

El Capítulo Provincial de Roma, en 1247, dará los primeros pasos, invitando a «recordar la presencia de Domingo» a través de la imagen figurada, yendo así en contra del Capítulo General que había prohibido las imágenes escultóricas, quizás siguiendo la normativa de la Orden del Císter y su estética antiornamental; protegiendo con ello el espíritu de Domingo que siempre exigió la austeridad en los conventos e iglesias de sus frailes, lo que había llevado a los capítulos de los frailes a prohibir incluso la decoración funeraria en sus iglesias conventuales.

La Provincia Romana dará comienzo entonces a una iconografía doméstica o imágenes «caseras» que llama el Capítulo de 1247. Siete años más tarde, el Capítulo General de Bolonia proclamará la apertura definitiva a la iconografía de Santo Domingo, permitiendo y promoviendo la incorporación de su imagen en pinturas para las iglesias conventuales, lo cual fue ratificado en el Capítulo de París en 1256.

¿Qué imagen de Santo Domingo se permite entonces? Las posibilidades eran muchas: retrato físico, personalidad de Domingo, imagen espiritual, imagen evocacional o recuerdo representativo. Pero será un grupo de seguidores de Domingo quien determine el prototipo iconográfico, ellos son Gregorio IX, Jordán de Sajonia y Juan de Vercelli, quienes encargan a Nicola Pisano que materialice esta inquietud en la concepción y elaboración del primer monumento escultórico en honor de santo Domingo de Guzmán: el Arca de mármol para su tumba.

No es entonces una casualidad que el arquetipo del «Homo Orans» en la iconografía nazca precisamente en su tumba, en el lugar de su muerte y, por qué no decirlo, de su nacimiento para el mundo de los Predicadores.

A todo esto se debe que no podamos conservar un retrato de Domingo, hecho que para muchos es lamentable, pero no para los predicadores, que a cambio hemos recibido desde entonces el «retrato del Homo Orans en lugar del retrato del hijo de Caleruega». Poseemos desde entonces el retrato moral, espiritual, orante de Domingo. Solamente hasta el siglo XX un grupo de científicos reconstruiría sus facciones humanas gracias al estudio radiológico de su cráneo conservado en Bolonia.

Será así plasmada durante siete siglos la imagen del predicador orante con una característica especial: no recibimos las facciones del Domingo descrito por Cecilia Cesarini ni por sus contemporáneos, sus rasgos físicos serán reemplazados por atributos que simbolizan los distintos aspectos y momentos de su vida y predicación. Por eso no existen dos rostros siquiera parecidos en las diferentes representaciones que de él se han hecho, ni siquiera el beato Angélico de Fiésole pintó dos Domingos iguales en las muchas versiones que de él realizó.

Serán entonces los atributos de Domingo los que colmarán los lienzos, las esculturas, los vitrales y toda la iconografía que a él se refiera, llevándonos a buscar la interpretación obligada que nos introduce visualmente y poco a poco en el misterio del hombre amante de la verdad sin el impedimento del velo de la representación iconográfica retratista o antropológica directa. Si el misterio de Domingo de Guzmán radica en que no conocemos escritos suyos ni su figura corporal, el misterio de conocerlo y amarlo es más profundo aún cuando debemos buscarlo en la interpretación de sus atributos.

A diferencia de la mayoría de las imágenes de los santos, a Domingo se le puede representar con cualquier rostro humano y con cualesquier figuras corporales, pero nunca encontraremos una imagen de nuestro padre Domingo sin alguno de dichos atributos: el hábito negro y blanco, el cachorro con la antorcha encendida, un libro, una azucena, un rosario, la cruz patriarcal y la estrella; esta última, el más importante, destacado y reconocido medio de representarlo, buscarlo, conocerlo, amarlo, seguirlo y anhelar predicar su misma verdad.

Así, el hábito negro y blanco será signo perenne de su consagración a Dios y a los hermanos en pobreza y obediencia; el cachorro con la antorcha encendida será el atributo que representa su ideal de llevar al mundo la Palabra con la fidelidad y agilidad propias de un cachorro, ardiente y luminoso como una antorcha cuyo fuego arde siempre en los labios. El libro será atributo sapiencial del Fundador de la Orden que estudia para la salvación de los hombres; la azucena será el símbolo de su castidad consagrada por amor al prójimo; el rosario como arma al cinto y medio didáctico de su oración y predicación; la cruz patriarcal que lo ubica privilegiadamente como santo patriarca de la iglesia y la estrella, luz de la verdad, luz de la iglesia, lucero de esperanza, símbolo luminoso del fuego de Dios, emblema de Belén que señala el lugar de nacimiento de la Palabra hecha carne, y resplandor del rostro de Domingo que mueve los corazones a amarlo y seguirlo; estrella que iluminó siempre su frente, desde su bautismo y que años más tarde mencionaría la Beata Cecilia en su descripción.

El «Homo Orans» será entonces representado de manera excelente en la iconografía mediante estos atributos que permiten acercar a los ojos del espectador del hombre, del fraile, del Maestro, del Fundador y del Santo. Aparece entonces el hombre de oración y apostolado mientras se aleja en la penumbra la imagen del Domingo simplemente humano que no aportaría nada a los hombres de la verdad que le siguen bajo su propio nombre: Dominicos.


DOMINGO, «HOMBRE ORANTE»,
SEGÚN LOS TESTIGOS DE CANONIZACIÓN

El proceso de canonización de nuestro padre Santo Domingo de Guzmán es introducido por el Papa Gregorio IX en un documento-carta fechado en Roma el 13 de julio de 1223, nombrando tres comisarios de Bolonia y otros delegados de Tolosa1 , para que recibieran las declaraciones, probablemente mediante un formulario de unas veinticinco (25) preguntas2 . En total son nueve (9)los delegados de Bolonia y veintisiete (27) los de Tolosa. Podemos recoger algunas de sus afirmaciones juramentadas:

1.1TESTIGOS DE BOLONIA:
Los testigos bologneses declaran unánimemente que Domingo era un «hombre orante» y que era constante de día y de noche en su oración:
®Fr. Ventura de Verona: declara que la oración de Domingo estaba siempre acompañada de gemidos y llantos, pidiendo especialmente por los pecadores3 .
®Fr. Guillermo de Montferrato: declara que Domingo dedicaba más tiempo a la oración que al descanso4 .
®Fr. Amizo de Milán: declara que Domingo tenía la costumbre de ocultarse en la iglesia para orar sin que nadie lo viera.
®Fr. Bonviso de Piacenza: declara que Domingo se escondía en la iglesia después de completas y durante el descanso de los frailes para dedicarse a orar. Igualmente afirma que la oración de Domingo se reflejaba en ciertos signos que aparecían en su rostro. Narra también el suceso del refectorio del Convento de San Sixto, cuando Domingo oró intensamente, levantando las manos y orando alegremente al Señor, pidiendo pan para sus frailes que no tenían qué comer5 .
®Fr. Juan de Navarra: declara que Domingo era asiduo en la oración de día y de noche, que castigaba su cuerpo con fuertes disciplinas y que se hacía disciplinar con una cadena de hierro de tres ramificaciones6 .
®Fr. Rodolfo de Faenza: declara que Domingo pernoctaba con frecuencia en la iglesia, acompañando su oración con lágrimas. Así mismo afirma que en las oportunidades en que le acompañó en la oración le vio orar erguido, de puntillas y con las manos alzadas en actitud casi de éxtasis7 .
®Fr. Esteban de España: declara que después de completas y de la oración común, Domingo se quedaba rezando en la iglesia, prorrumpiendo en llanto con gemidos y sollozos y que jamás había visto un hombre tan piadoso8 .
®Fr. Pablo de Venecia: declara que cuando le acompañaba en los viajes le vio orar, predicar y entregarse totalmente a la meditación de las cosas de Dios9 .
®Fr. Frugerio de Penna: declara que Domingo era un hombre fervoroso en la oración tanto cuando se encontraba de viaje como en el convento y que pernoctaba orando con gemidos y lágrimas10 .

Todos estos testigos coinciden en la asiduidad de la oración de Domingo. Ellos, como frailes conventuales Bolonia habían disfrutado de su presencia, conocían muy bien sus cualidades y prácticas, con las cuales acompañaba su oración. Queriendo descubrir la intimidad de su padre, habían acechado sus movimientos durante la jornada y a lo largo de su itinerancia misionera, movidos de santa curiosidad. Observaron, ocultos en la penumbra de la iglesia y el claustro conventual al santo, dedicado a la oración con flexiones corporales, gesticulación manual, exclamaciones, sollozos, lágrimas y golpes de disciplina. La conclusión de su testimonio es que Domingo de Guzmán era ante todo un «Homo Orans», un «Hombre Orante»; de día y de noche, en el convento y en sus viajes, en la meditación y en la predicación, dejándose invadir totalmente por Dios, siendo siempre un «Orantem Dominum».

1.2TESTIGOS DE TOLOSA:
Por solicitud del Papa, son veintisiete (27) los delegados de Tolosa, quienes prestaron juramento acerca de la vida, conducta, santidad y milagros de Domingo. Es lógico que un proceso de canonización necesitara tener la versión de otros testigos, distantes del último lugar en el cual había permanecido nuestro padre. Aunque estos delegados de Tolosa no son tan explícitos como los testigos de Bolonia, y no están bajo el factor determinante de haber convivido con Fr. Domingo en el tiempo precedente a su muerte, coinciden, sin embargo, con aquéllos, en que Domingo era «fervens in oratione».

®Don P. Abad de Boulbonne: de la Orden Cisterciense, afirma que Domingo «ardía de celo por la salvación de las almas, era ferviente en la oración y predicación...amante de la pobreza, sobrio, benigno con los demás, casto, humilde, paciente, valiente en las persecuciones, alegre en las tribulaciones, religioso, consuelo de sus frailes... amigo de todos los religiosos, enamorado de la fe y de la paz»11 . Este testimonio resalta en primer lugar el apostolado y la oración, como aspectos primordiales observados en Fr. Domingo, por un testigo ajeno a la vida conventual de los Frailes Predicadores.

®B. Othe:declara que «yendo con él y otros por el bosque, se quedaba de último y, cuando se le buscaba, se hallaba muchas veces arrodillado12 " confirmando así los testimonios de Bolonia referentes a la oración de Fr. Domingo mientras se encontraba de viaje o yendo de camino.

®G. de Vamola, Don G., Abad de Narbona y el Maestro B. de Bauelanis: afirman y confirman así que Domingo era ferviente en la oración y predicación, humilde, amante de la pobreza, celoso de la causa de la fe y de la paz13 . El mismo Abad de Narbona dijo a su vez, que «Domingo sirvió de ejemplo en todo a los frailes, en los dichos y hechos, comida y vestido y en toda buena costumbre. Que no conoció hombre tan asiduo en la oración ni que derramara tantas lágrimas...cuando se hallaba en oración daba tales clamores que se oían en todas partes; y en su clamor decía: «Señor, apiádate de tu pueblo, qué será de los pecadores?»14

®Beceda, monja de Santa Cruz: presenta uno de los testimonios más expresivos, manifestando haber encontrado a Fr. Domingo frecuentemente en el suelo, descubierto, y que, cuando le cubría con una manta, al regresar le encontraba orando nuevamente en pie o postrado15
Además de quienes figuran en el listado de los veintisiete juramentados, se mencionan otros 300 testigos, quienes, con juramento, confirmaron lo dicho por aquéllos y dijeron además que en todos los lugares donde había permanecido Fr. Domingo corría pública voz y fama acerca de su santidad y virtudes.

En conclusión, los delegados de Tolosa coinciden con los de Bolonia, destacando en Domingo al «Hombre Orante» que acompañaba su oración con los sentimientos más profundos del alma, expresados en la conmoción interna de su espíritu que se desahogaba en lágrimas, gemidos, genuflexiones, clamor, sonrisa y movimiento de las manos.

Lo más impactante de todos estos testimonios es la respuesta de los declarantes al ser interrogados sobre cómo sabían de estas características de Domingo, afirmando así la secuencia pedagógica de la oración Dominicana: «porque lo vi», «porque lo observé orando muchas veces», «porque compartí con él», «porque los frailes lo aprendimos de él», «porque los frailes lo seguimos haciendo en recuerdo de él», «porque cada vez que oramos lo sentimos a él presente en medio de nosotros».
Así, ver a Domingo orando, compartir con él la oración, aprender a orar con él, seguirlo haciendo en su nombre y sentirlo presente cuando oramos, es el proceso para que todo dominico sea un «Homo Orans» como Domingo y seamos así hoy y ahora testimonio vivo del «Oranten Dominum» que habla con Dios y de Dios, contempla a Dios y lo predica y predica al Dios que contempla, haciendo de la oración la fuente de la predicación y de la predicación un motivo permanente de oración.

DOMINGO, »HOMBRE ORANTE»,
SEGÚN LAS FUENTES LITÚRGICAS Y
LAS BULAS PONTIFICIAS

A pesar de contar con escritos realizados con fines netamente litúrgicos (Frachet, Orvieto...), consideramos como fuentes litúrgicas de la oración dominicana aquéllas que hacen referencia específica a los modos y formas de oración de Domingo y sus frailes, así como las Bulas papales en las cuales se resaltan dichos elementos como substanciales en la vida espiritual de la Orden de Predicadores. Son cinco las principales fuentes consideradas para reconocer al «Homo Orans» en la tradición dominicana:

® La Bula «Fons Sapientiae»: Expedida por el Gregorio IX el 3 de julio de 1234 en Rietti, canoniza a Fr. Domingo de Guzmán y, al elevarlo a la dignidad de los altares, exalta la figura del Santo como «Fuente de Sabiduría», máximo reconocimiento de su condición de «Homo Orans», ahora como «Fons Sapientiae».

Esta Bula será el comienzo de la tradición litúrgica dominicana, invitando a sus hijos, e incluso a la Iglesia, a seguir los pasos espirituales del Fundador de los Frailes Predicadores. La oración de Domingo será de ahora en adelante el modelo establecido para su Orden. Así, de «Homo Orans», se transforma su oración en los «Homines Orantes»: los Predicadores de la Palabra orada en comunidad (laudare), compartida y vivida en comunidad (benedicere) y anunciada en el gozo inefable de la fraternidad (praedicare).

Una vez canonizado Domingo, su santidad adquiere la dimensión de testimonio público y patrón a seguir en la vida y misión de sus frailes. El ideal de los Predicadores se plasmará en el anhelo de santidad al cual conducen la oración, el estudio y la predicación, como secuencia continua del laudare, benedicere et predicare que ostenta la Orden por lema y carisma.

® La primera traslación canónica de sus reliquias: La muerte de Domingo había podido dejar un hondo vació en la recién fundada Orden, sin embargo, el hecho de haber continuado orando los frailes con aquel mismo método del padre fundador, garantizaba día a día una nueva y singular presencia de Domingo entre ellos, de manera aún más plena y universal. Los testigos lo habían dicho, cada vez que oraban en nombre de él, lo sentían presente en medio de ellos.

De este modo, la oración de Domingo se transforma no sólo en oración de sus frailes sino en Oración de Presencia. De ahora en adelante, él estará presidiendo no el coro conventual sino el corazón de cada uno de sus hijos y será la fuente de su experiencia espiritual y la guía de la vivencia común de la oración.

Domingo había sido sepultado, como él mismo la había querido: en la Iglesia de San Nicolás de la Viñas, bajo los pies de sus frailes. Sin embargo, con motivo de su proceso de canonización y debido a la voluntad expresa del Papa Gregorio IX y la devoción de sus fieles y seguidores, se realizó la traslación de sus restos, acontecimiento que tuvo lugar el 24 de mayo 1233: «apenas se levantó la losa comenzó a exhalarse un perfume maravilloso, cuya fragancia pasmó a todos los presentes»25 .


La oración de Domingo estaba viva cual perfume concentrado en su tumba y su aroma se expande como lo dice el salmista: cual oración que sube como incienso a la presencia del Señor, inspirando así una nueva forma de comprender al «Homo Orans» que aún se conoce en los medios de piedad popular como el «olor de santidad».


Podemos entonces retomar las palabras de Constantino de Orvieto: «¿no es cierto que el Señor bendijo a aquél que había colmado de dulzura? Bendiciones fueron las virtudes que, bajadas del cielo, hicieron que brillara mientras vivió; bendiciones fueron también las fragancias que salieron de su sepulcro, una vez muerto. Por eso hay que recordarle como una bendición de Dios»26 .


® La construcción de la Basílica de Santo Domingo: Obra realizada en Caleruega hacia 1237-1239 por el beato Manés, hermano de Santo Domingo, en honor de la canonización del Fundador de la Orden de Predicadores. La basílica es levantada en el mimo lugar en que había nacido el Santo, en predios de la antigua casa solariega de los Guzmán y Aza.


Un recinto dedicado a un santo es el comienzo de una nueva forma de exaltar la figura célebre del canonizado, pero es también un lugar de oración que invitará a reconocer un nuevo modo de oración dominicana: la liturgia común, en un recinto concreto con la nueva perspectiva de la predicación del espacio arquitectónico que reúne y congrega en nombre de Domingo.


® La segunda traslación y la Structura Solemnis: En 1267 se realiza la segunda y última traslación del cuerpo de Santo Domingo, en el marco del Capítulo General de Bolonia. Nicola Pisano concluye el Arca Sarcófago (structura Solemnis) en junio de ese año, esculpiendo la vida y obra del Santo en bajorrelieves de mármol.


Aquí la novedad es la presentación de la vida y persona de Domingo como un todo integral, donde se sintetizan los principales momentos de su vida. Oración, estudio, predicación, apostolado, milagros, visiones, anécdotas y episodios de su vida como un solo escenario que rodea, enmarca y dibuja en estructura solemne que encierra dentro de sí a aquél que representa en relieves externos: l hombre de oración y apostolado, al varón evangélico, contemplativo e itinerante, al hombre que habla con Dios y de Dios, al «Homo Orans» en todos los momentos que vive, estudia, medita y predica su oración: Santo Domingo de Guzmán.



DOMINGO,»HOMBRE ORANTE», SEGÚN LOS TESTIMONIALES

Además de los testigos de canonización y de los biógrafos, hay un tercer grupo de contemporáneos que quisieron plasmar por escrito sus opiniones e historias con referencia a Santo Domingo. Les hemos llamado «testimoniales», puesto que sus narraciones no son propiamente historia ni biografía pura, sino un acercamiento a la figura y obra de Domingo, que nos aporta una nueva visión, aún menos influenciada por el compromiso de un testimonio juramentado o de una biografía con objetivos místico filiales.

De todos los escritos de los testimoniales, es importante rescatar la persona de Domingo como Hombre Orante, extrayendo los aspectos principales del testimonio familiar, reciente y cercano del Santo, ajenos a las condiciones y formularios canónicos del proceso de exaltación pontificia de la santidad de Domingo.

® Pedro Ferrando: es uno de los primeros historiadores de la Orden, junto con el Cerratense (Rodrigo de Cerrato). Su obra tiene un fin específicamente litúrgico. Escribe un poco después de Jordán y su o0bra es posterior a la canonización de santo Domingo. No es historia pura ni descripción humana; le interesa lo sobrenatural, especialmente los milagros obrados por nuestro padre20 .
Ferrando presenta la figura de Domingo, centrándose especialmente en la Oración de intercesión a la que Domingo siempre acude antes de proceder a algunas de sus acciones milagrosas, a favor (intercesión) de los pobres, enfermos o necesitados. En el capítulo II de su «Vitae Fratrum», resalta la compasión de Domingo por los pecadores «Qué será, Señor, de los pecadores» y, de manera singular, la misericordia del santo, manifiesta en su oración por los pecados ajenos.

Así, compasión y misericordia serán el distintivo de la oración de Domingo en Pedro Ferrando, recogida quizás del testimonio de Jordán y los testigos de Bolonia y Tolosa, pero que es elemento fundamental de la «Vida de los frailes», sin desconocer la profusión de anécdotas y narraciones sobre las devociones, presencia, manifestaciones y oración de Domingo y sus frailes a la santísima Virgen María, que con el tiempo logró que los dominicos fueran llamados «Los frailes de María».

® Constantino de Orvieto: Su apellido responde a que se desempeñó como obispo de la ciudad de Orvieto. Escribió su «Leyenda», conocida como «Segunda Leyenda», por mandato de Juan Teutónico. Al igual que ferrando, su fin es litúrgico, para ser leido especialmente en maitines. Acrecienta la narración de milagros y algunas visiones.

Las más impactantes de sus narraciones sobre la oración de Domingo se centra en la visión del Papa Honorio III, en la cual éste ve a Domingo sosteniendo sobre sus hombros la Iglesia de Letrán que amenaza ruina, junto a la visión de Domingo en Roma recibiendo de manos de San Pedro y San Pablo el libro y el bastón, mientras le dicen «Ve y predica que Dios te ha escogido para este ministerio»21

De la presentación de estas visiones se puede concluir el altísimo grado de «Homo contemplans» que lleva a reconocer en Domingo el reconstructor de una iglesia decadente y el enviado predilecto a predicar la Buena Nueva a una iglesia urgida de nuevos métodos y experiencias en el anuncio del Evangelio. En Orvieto, la oración de Domingo se hace realidad en dos acciones concretas: sostener la iglesia y comprometerse con el envío apostólico.

® Gerardo de Frachet: Es el primer hagiógrafo dominico. Escribe su obra, igualmente llamada «Vitae Fratrum», como una crónica espiritual de los primeros años de la recién fundada Orden, destacando anécdotas, narraciones y situaciones curiosas de la vida conventual, espiritual y de la predicación dominicana en sus comienzos .

En medio de todo su relato es curiosamente grato encontrar todo un capítulo dedicado a tratar «De modo et fervore orationis beate viri», en el cual resalta justamente a Domingo como el «Homo Orans», coincidente con las descripciones de los testigos y biógrafos: «cierto fraile, hombre virtuoso y discreto, dijo que había estado sin dormir durante siete noches por ver qué hacía el bienaventurado padre Domingo; y dijo que unas veces se ponía de pies, otras, de rodillas; otras, se postraba enteramente sobre el duro suelo y perseveraba así hasta que el sueño le rendía. Y al punto que se desvanecía un poco el sueño, visitaba los altares hasta medianoche»22

Gerardo sintetiza los testimonios anteriores. Esquematiza la oración de Domingo en tres momentos concretos: De pies, de rodillas y postrado. Con ello resalta que la oración del Santo no es sólo mental sino también corporal, su cuerpo se acopla a la contemplación: de pies manifiesta su nobleza ante Dios, de rodillas manifiesta su humildad ante el Señor, y postrado expresa su sumisión y entrega total (obediencia) a Dios.
® Humberto de Romanis: Quinto maestro de la Orden, es uno de los personajes más renovadores de la vida espiritual de la Orden en el siglo XIII. Es contemporáneo y amigo de Gerardo de Frachet. Escribe su obra «De Vita Regulari», en la cual sintetiza la oración de Domingo, reproduciendo los testimonios anteriores pero especificando los elementos corporales como complementos esenciales a la oración del Padre de los Predicadores.

Humberto, al referirse a los aspectos necesarios e imprescindibles de la oración para realizar dignamente el culto divino señala que «deben concurrir tres elementos: el corazón, la boca y el cuerpo...para enfervorizar el corazón son necesarias las tres virtudes teologales; para entonar el oficio es importante el concurso de la boca... para dar culto a Dios se debe humillar el cuerpo: la inclinación corporal, la genuflexión y la postración»23

Manifiesta claramente la importancia de la expresión gestual y la necesidad de la colaboración de los miembros del cuerpo: manos, rostro, ojos, golpes de pecho, señal de la cruz. El «Homo Orans» en Humberto de Romanis se concibe mediante la «oración del cuerpo y alma unidos en una única expresión del fraile totalmente entregado a Dios tanto en su vida de contemplación como en la predicación»

Así, los testimoniales nos acercan aún más a las fuentes de la oración dominicana, no sólo coincidiendo con lo constatado en los testigos de canonización y los biógrafos, sino esquematizando la oración dominicana con la presentación de formas concretas de expresión del cuerpo como mímica del diálogo del orante con su Señor.

De esta manera, la experiencia de oración dominicana presentada por los testimoniales no es ya exclusivamente el estilo particular de un hombre llamado Domingo de Guzmán, sino la vivencia de una comunidad que continuó la experiencia de su fundador. Los testimoniales hacen referencia y dan fe de una vida y estilo de oración que los hijos de Domingo han continuado realizando como expresión actualizada en su momento de aquello que aprendieron de su padre espiritual y fundador.



2. Silencio. Oración.
2.1. La oración individual tan frecuente en el santo no está aludida en las constituciones que él mismo escribió. Lo que indica que esa oración era algo tan connatural a la vida del fraile que no necesitaba que se hablara sobre ella, estableciendo el tiempo que a ella habría que dedicar.

2.2. Noches en oración, liturgia con sus frailes; leer y rumiar el evangelio de san Mateo o las cartas de san Pablo: contacto continuo con la Palabra de Dios y con el mismo Dios que nos ha dado su Palabra. Quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. El fraile que quebrantara habitualmente el silencio debería ser corregido con penas graves. El silencio será para los dominicos, el "pater praedicatorum" y hablarán de la "sanctisima silentii lex", en expresión exagerada, pero que manifiesta que, sin silencio, no hay predicación porque no hay contemplación. No hay oración, reflexión, estudio.

2.3. Oración hecha siempre desde su humildad, por una parte, y desde la grandeza del proyecto de la predicación que le excedía. Por eso mortificaba su cuerpo, para ayudarse a ser pura oblación a esa causa, sin reservarse nada para él. El cuerpo tenía que acostumbrarse a no exigirle nada, a estar también al servicio de la predicación y de la oración. Oración y penitencias.

2.4. Es oración de todo su ser: del alma y cuerpo. Pone todo su cuerpo a contribución de la Oración. Es la integridad de la persona de Domingo quien ora. De ahí los conocidos modos de orar, o su oración canto cuando viaja o en la liturgia coral. Es un modo vivencial de superar el maniqueísmo cátaro, que excluía al cuerpo de cualquier acción buena.