¿Donde encuentra Domingo a Dios?

SANTO DOMINGO DE GUZMAN

Introducción


Ha sido siempre el objetivo de las almas grandes. Desde la experiencia cristiana que habla del Dios encarnado, a ese Dios se le busca en el propio interior, somos carne de Dios; y en el otro, también encarnación de Dios. Surge así la relación clásica entre el cultivo de la vida interior y el darse a los demás: contemplación y acción; ¿complementarias?, ¿opuestas?.

1.Tiempos distintos.
1.1 El más conocido de su hijos, Tomás de Aquino, diría en su Suma Teológica que iluminar es preferible a brillar. Con ello quería decir que el nuevo modelo de fraile que era el dominico, que él definía como el que se dedicaba a contemplar y luego a ofrecer a los demás lo contemplado, era un modelo más perfecto que el que se dedicaba sólo a contemplar, como eran los monjes. (Estos trabajaban, "ora et labora", simplemente para cubrir las necesidades de su vida).
1.2. En aquel tiempo lo que había que explicar y defender era la existencia de frailes que no se dedicaban exclusivamente a la contemplación. En nuestros tiempos, por el contrario, lo que hay que "justificar" es que los religiosos no se dedican sólo a atender enfermos, a enseñar, a atender a marginados, hambrientos, ancianos, pobres.. . etc., o a la predicación y administración de sacramentos, sino también a la oración, al estudio, es decir: a la contemplación.

2. Silencio. Oración.

2.1. La oración individual tan frecuente en el santo no está aludida en las constituciones que él mismo escribió. Lo que indica que esa oración era algo tan connatural a la vida del fraile que no necesitaba que se hablara sobre ella, estableciendo el tiempo que a ella habría que dedicar.

2.2. Noches en oración, liturgia con sus frailes; leer y rumiar el evangelio de san Mateo o las cartas de san Pablo: contacto continuo con la Palabra de Dios y con el mismo Dios que nos ha dado su Palabra. Quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. El fraile que quebrantara habitualmente el silencio debería ser corregido con penas graves. El silencio será para los dominicos, el "pater praedicatorum" y hablarán de la "sanctisima silentii lex", en expresión exagerada, pero que manifiesta que, sin silencio, no hay predicación porque no hay contemplación. No hay oración, reflexión, estudio.

2.3. Oración hecha siempre desde su humildad, por una parte, y desde la grandeza del proyecto de la predicación que le excedía. Por eso mortificaba su cuerpo, para ayudarse a ser pura oblación a esa causa, sin reservarse nada para él. El cuerpo tenía que acostumbrarse a no exigirle nada, a estar también al servicio de la predicación y de la oración. Oración y penitencias.

2.4. Es oración de todo su ser: del alma y cuerpo. Pone todo su cuerpo a contribución de la Oración. Es la integridad de la persona de Domingo quien ora. De ahí los conocidos modos de orar, o su oración canto cuando viaja o en la liturgia coral. Es un modo vivencial de superar el maniqueísmo cátaro, que excluía al cuerpo de cualquier acción buena.

3. Oración de encarnación.

3.1. Santo Domingo fue un fraile de su tiempo; por lo tanto esencialmente contemplativo. Los momento de oración eran los momentos más propios de su vida de canónigo regular. Pero las circunstancias - a través de las cuales es necesario descubrir el plan de Dios, y él lo descubrió,- le pusieron en contacto con una humanidad doliente y extraviada, en el sur de Francia. Esto dio forma nueva a su oración.

3.2. La espiritualidad de Domingo es una espiritualidad de encarnación: desde los hombres y para los hombres. Sus primeros biógrafos insisten en cómo continuamente hablaba de Dios. Pero también de cómo hablaba largamente con Dios. En este diálogo con Dios -la oración siempre es diálogo, y, por lo tanto, más escucha que charla-, quería saber qué sería de los pecadores. Los hombres y mujeres estaban en su oración.

3.3. A partir de ese momento, su contemplación se centró en descubrir a Dios, su proyecto de amor a los hombres, en esos hombres y mujeres con los que se encontró. Si el santo de Asís sabe llegar a Dios a través de la creación, el sol, las estrellas, los animales, el de Caleruega llega a través de la humanidad extraviada.

3.4. Pero muchos veían el sol, la luna, las estrellas, los lobos y no llegaban a Dios; muchos conocieron el mundo conflictivo del sur de Francia y no vieron a Dios. San Francisco sabía de Dios en momentos de silencio, de oración; santo Domingo sabía de Dios en momentos de oración individual o comunitaria, en Osma, en el estudio de su palabra. Por eso ambos consiguieron luego descubrirlo fuera del convento, en contacto con la Naturaleza o con los hombres. La contemplación de Osma le hizo a Domingo descubrir la predicación del sur de Francia. Esta predicación, este contacto con esa humanidad, le hicieron humanizar su insistente oración.

4. Oración de predicador.

4.1. A la oración, lleva los problemas de su predicación, las circunstancias en las que se hallan las personas a las que se dirige, las dificultades que encuentra en su misión: dificultades durante el día, oración más intensa durante la noche. Oración en la que, junto a la experiencia de Dios, une la experiencia de la humanidad pecadora, extraviada, con la que se encuentra, que le lleva a las lágrimas.

4.2. Ora de noche y de día. En realidad, su predicación es oración y su oración predicación. Es una vida con dos vertientes, pero que se juntan en la cima. En ese lugar de conjunción es donde se sitúa la espiritualidad de Domingo.

4.3. En el santo, es una oración cargada de afecto: oración "afectiva" como la llaman los teóricos de la mística. "Afectiva" porque en ella se junta el amor a Dios, el sentirse amado por él, con el amor a los hombres, por los que llora. Y su petición más continua que le diera Dios "verdadero amor para cuidar y trabajar eficazmente en la salvación de los hombres…" -como nos dice el Beato Jordán. Es el mismo afecto que le impulsa en su misión de predicador.

4.4. En fin, en Domingo se mantiene el fervor de la época por la oración, por la contemplación. Su primera fundación es un convento de mujeres contemplativas, al que llama "santa predicación". Con ello anuncia el aspecto particular de su oración: es, ha de ser, una predicación, y estar al servicio de ella. "Breve y sucinta" -decía la legislación primitiva de los frailes- debería ser la oración litúrgica, frente a la ampulosidad de la liturgia monacal, para que hubiera tiempo para el estudio y la predicación.

Conclusión.
Mirar a Domingo es necesario para entender y saber llevar a la práctica la siempre dialéctica relación entre oración y acción, silencio y predicación. Para que la espiritualidad no sea espiritualismo alienante, sino espiritualidad del ser humano que vive entre seres humanos, siente, goza y sufre con ellos, y está a su servicio para entregarles una Palabra escuchada, orada, estudiada, es decir, contemplada.
Juan José de León Lastra, OP

IV. Vivir es convivir. Domingo y los suyos.



Introducción.
Obediencia y comunidad es lo que Santo Domingo pedía a los frailes. La vida común fue algo esencial en el proyecto de Domingo. Nunca que sepamos tuvo la tentación de ser ermitaño. No entendió así la vida y la misión.

1. Vida común de los predicadores.
1.1. Ciertamente Domingo tenía, en las diferentes vidas monásticas que se desarrollaban en la Iglesia, donde beber para organizar la vida común. Pero la vida común de los frailes predicadores, debería conciliarse con el ministerio itinerante de la predicación. El santo siempre apostó por la exigencia de una vida comunitaria que derivara en una predicación comunitaria. Incluso cuando dispersó a sus frailes, antes de existir conventos, quería que, al menos, fueran de dos en dos.

1.2. Cuando se establece el elemental código penal en el libro citado, lo que atenta a las buenas relaciones entre los frailes es siempre considerado falta grave.

1.3. Las observancias regulares estaban en función de la predicación. No tenía la estabilidad que tienen en un monasterio. Por el contrario, el santo introdujo, como aspecto esencial de la convivencia, la dispensa de esas observancias: por enfermedad, por exigencias del estudio o de la predicación, por la misma itinerancia del fraile, etc. No hay, pues, un valor absoluto de las observancias regulares, sino un valor relativo en orden a la predicación. Pero también y, sobre todo, en orden a la fraternidad, a la amistad que debe existir entre frailes y monjas de la misma comunidad.

2. Un solo corazón y una sola alma.
La obediencia conseguiría la uniformidad de la observancia, de las manifestaciones exteriores de la vida conventual. Ahora bien, el mismo santo dice en el prólogo a su "Libro de costumbres" esa uniformidad en las observancias debe manifestar y favorecer "la unidad interior que ha de haber entre los corazones". Para ello, como no podía ser menos, acude a lo que dice la regla de San Agustín, que adoptó para la Orden: "Lo primero por lo que estáis en el convento es para tener un solo corazón y una sola alma en Dios". Y es que Domingo quería para sus frailes una vida apostólica, es decir, al estilo de los primeros apóstoles, de las primeras comunidades cristianas, en las que "la comunidad de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma".

3. Amistad.

3.1. Santo Domingo es ciertamente heredero de la tradición agustiniana. Sabemos que Agustín ha sido el gran buscador de la amistad, el que gozó profundamente de ella, de modo que es la amistad la que define su relación con Dios y lo que entiende debe ser la relación entre los hombres. De ahí el comienzo de su regla, en el que establece cuál es el objetivo fundamental que se persigue en la vida en común. Con ello santo Domingo no hacía más que trasladar a sus hijos lo que él vivía en profundidad.

3.2. Fray Esteban de España, en su declaración como testigo del proceso de canonización, dice que tuvo con Santo Domingo gran amistad. La amistad debería ser la derivación de una vida en común vivida desde el interior. La comunidad no tiene por fin dar una estabilidad a la predicación, que ciertamente lo consigue, sino dar opción a que se desarrolle la vida afectiva en los frailes. Esto favorecerá, entre otras cosas, que haya estabilidad emocional en los predicadores.

3.3. Cuando se leen los primeros testimonios sobre el santo, pronto se es consciente de la capacidad de Domingo para generar amigos en torno a él. "La suavidad de su santidad" era el factor que permitía que se confiaran a él. Es mucho más fácil encontrar esta relación de amistad de Domingo con sus frailes, que la del superior con sus súbditos. "A todos amaba y de todos era amado". Fue un gran generador de comunidad en torno a él, porque generó relaciones de sincera amistad.

3.4. Domingo busca la intimidad cada día. Hay una familiaridad con los suyos que avanza sin esfuerzo hacia la amistad, dice el P. Vicaire. "La amistad aparece en su vida como una aurora progresiva. Después de Osma, no podrá ya estar solo. Desde Prulla, tendrá su familia. En Tolosa, tendrá ya sus frailes. Se siente rodeado de un halo de cordialidad. Un testigo de canonización declara que Domingo "era muy amigo de los frailes" Hay amigos especiales: Fray Esteban, Fray Bertrand, Fray Guillermo, Fray Reginaldo. Con ellos forma lo que el P. Vicaire llama comunidad ideal, porque se comunica el esfuerzo común de la predicación, la amistad común "hasta la ternura" -apunta el mismo biógrafo.

4. Su familia.
4.1. Domingo tiende de siempre a construir grupo, sea de frailes sea de monjas; es decir, comunidad; más aún, lo que ahora se llama Familia Dominicana. Así, si la mañana, dice sor Cecilia, la dedica a la predicación fuera del convento, en la tarde su predicación sería a las monjas, en presencia de los frailes, mostrándoles cómo era la Orden "porque ellas no tendrán otro maestro que les forme en la vida de la Orden".

4.2. Le tocó organizar comunitariamente a las monjas de Roma. Él había antes iniciado la vida comunitaria de las jóvenes cercadas por la herejía en Prulla. El estilo de vida de estas mujeres era ya una predicación: "Santa Predicación" se llamaba su casa. No le fue fácil organizar la de Roma. Eran monjas acostumbradas a vivir a su aire, dispersas en diversos lugares con una arraigada vida individual. El distanciamiento entre ellas, distanciamiento en el conocimiento y, por lo tanto, también en las relaciones afectivas era la gran dificultad que había que superar, junto a lo más externo que exigía la organización de una vida en común. Para organizar la vida común, fue necesario que hiciera venir a algunas monjas de Prulla, que llevaban tiempo viviéndola.

4.3. La capacidad de Domingo para unir a las personas en el afecto lo señalan sus cronistas: "tan pronto como le miraban se insinuaba en ellos espontáneamente una tendencia afectuosa". Son estudiosos de la figura de Domingo, como el P. Vicaire, los que ponen de manifiesto cómo el tópico de que a Domingo, como héroe de la penitencia y la lucha contra la herejía le corresponde un carácter implacable de guerrero, que le llevaría a imponer un estilo de vida regular a las monjas y a los frailes en el que lo realmente importante fuera la austera vida regular; no corresponde, en modo alguno con lo que cuentan los que le conocieron. Y según iba avanzando en años y experiencia ha ido buscando entre los frailes y entre las monjas el "atractivo de la vida fraterna".

Conclusión. La herencia.
En el tiempo de su presencia entre ellos, su persona era el motivo de construir esa auténtica comunidad interior, esa cordialidad fraterna o amistosa. Es una herencia que frailes y monjas han heredado de su fundador. Su recuerdo, la fidelidad a la intención fundacional del fundador, al que hay que volver siempre, como dice el Vaticano II, y también su intercesión, han de colaborar a que las comunidades dominicas de monjas y de frailes, sean auténticas comunidades. Lo sean porque tienen la vida en común: se ora en común, se comparten los bienes, hay una preocupación esencial por los intereses comunitarios; pero, sobre todo, se busca una comunión en el afecto: la amistad, más que una fraternidad que puede entenderse como un a relación más formal, impuesta por venir del mismo "padre fundador", ha de encontrar ambiente apropiado para desarrollarse.

Dicho sea esto pensando en frailes y monjas. Pero haciendo ver que no se trata de ser buenos frailes o buenas monjas, sino de ser verdaderos hombres y mujeres. Y ello es imposible sin cultivar esa vida afectiva, que tiene como máxima realización la amistad. Domingo no es sólo modelo de quienes abrazaron la vida por él fundada, sino de todos lo que buscan su propia realización personal, de todos los que saben que vivir es convivir.

Juan José de León Lastra, OP