Por: Javier Sánchez Martínez
Religión en libertad
Partimos del principio según el cual los ejercicios piadosos o las devociones populares deben manar de la liturgia y conducir a ella, en consonancia, de forma complementaria:
"Se puede mantener que la característica litúrgica de un determinado día debe prevalecer sobre su situación en la semana; pues no resulta ajeno a la naturaleza del Rosario realizar, según los días del año litúrgico, oportunas sustituciones de los misterios, que permitan armonizar ulteriormente el ejercicio de piedad con el tiempo litúrgico” (Directorio sobre piedad popular y liturgia, n. 200).
La consecuencia parece ser clara.
Lo lógico: meditar misterios gloriosos durante los cincuenta días de Pascua.

En la encíclica sobre el Rosario, Juan Pablo II nos legó unas consideraciones sobre los misterios gloriosos que nos pueden ayudar:
“La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado!”. El rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la pasión para fijarse en la gloria de Cristo en su resurrección y en su ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe, y revive la alegría no solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó –los apóstoles, la Magdalena, los discípulos de Emáus-, sino también el gozo de María, que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado. A esta gloria, que con la ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada Ella misma con su asunción, anticipando así, por especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne. Al fin, coronada de gloria –como aparece en el último misterio glorioso-, María resplandece como Reina de los ángeles y los santos, anticipación y culmen de la condición escatológica de la Iglesia.
En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de la Madre, el rosario considera, en el tercer misterio glorioso, Pentecostés, que muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María, avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión evangelizadora. La contemplación de este, como de los otros misterios gloriosos, ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia; una vida cuyo gran “icono” es la escena de Pentecostés. De este modo, los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza en la meta escatológica, hacia la cual se encaminan como miembros del pueblo de Dios peregrino en la historia. Esto les impulsará necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel “gozoso anuncio” que da sentido a toda su vida” (JUAN PABLO II, Rosarium Virginis Mariae, n. 23).
El Santo Rosario es una venerable oración de gran tradición en la Iglesia Católica por la que se consideran una serie de "misterios" o momentos de la vida del Señor o de la Virgen; la meditación de dichos misterios se acompaña del rezo de un padrenuestro, diez avemarías y un gloria por cada misterio.
Se compone de 4 partes: en cada una de ellas se contemplan 5 misterios de la siguiente manera:
- Cinco misterios gozosos.
- Cinco misterios luminosos.
- Cinco misterios dolorosos.
- Cinco misterios gloriosos.
Cuando nos referimos a 'rezar el Rosario' estamos haciendo alusión al hecho de rezar los 20 misterios del Santo Rosario (las cuatro partes completas del Rosario). Pero debido a la longitud de dicha oración, se da por entendido en el lenguaje ordinario que 'rezar el Rosario' es también rezar una sola de las cuatro partes del Santo Rosario.
El orden habitual para distribuir cada una de las partes del Rosario en la semana es el siguiente:
- Misterios gozosos: lunes y sábado.
- Misterios luminosos: jueves.
- Misterios dolorosos: martes y viernes.
- Misterios gloriosos: miércoles y domingo.
Existe una costumbre en los domingos de los tiempos fuertes (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) de sustituir el rezo de los misterios gloriosos por la correspondiente a dicho tiempo.
Así en los domingos de Adviento y Navidad se rezarían los misterios gozosos, y en los domingos de Cuaresma los dolorosos. En los domingos de Pascua se rezarán, de todos modos, los gloriosos.
Otra costumbre de estimable valor es el de rezar durante toda la octava de Navidad (25-dic a 1-ene) los misterios gozosos, y durante toda la octava de Pascua (Domingo de Resurrección a II Domingo de Pascua) los misterios gloriosos.
Todas estas indicaciones no quitan que quien desee rezar las cuatro partes en un día, recorra todos los misterios del Santo Rosario, aunque no correspondan al día en que se reza.