Poesía-LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR


  
  
     
  



Por


    
Se acaba el tiempo, llega la Pasión,
el humano clamor, la noche oscura,
se plegarán las alas de la Altura
y se impondrá la gran tribulación.
  
Jesús sabe la débil condición
de sus fieles apóstoles, procura
fortalecer su fe con la ventura
de prever la final Resurrección.
 
Con Juan, Santiago y Pedro, que estarán
en la agonía de Getsemaní,
sube al monte Tabor, ascenso místico.
 
Alcanzará la cima el nuevo Adán,
mostrará que es divino, es el Rabí
que dará Vida en pábulo eucarístico.
   
Sube la tríada humana hasta la cumbre.
Jesús se transfigura en su presencia.
Surgen Moisés y Elías, evidencia
de leyes y profetas, dogma y lumbre.
 
Resplandece el Mesías. Certidumbre
de su divinidad y omnipotencia.
Es su rostro esplendente transparencia
del Hijo en holocausto y mansedumbre.
 
Los apóstoles ven, anonadados,
los signos de la transfiguración
y sienten en su espíritu la paz.
  
Luz y blancura, símbolos sagrados
de eternidad y trascendencia, son
anuncio de armonía en la Unidad.
 
Pedro evoca las tiendas de la historia,
quiere hacer perdurable este momento,
solicita a Jesús consentimiento
para permanecer bajo la gloria.
 
La Voz entre una nube trae memoria
de su más importante mandamiento,
escuchar al Mesías, que es cimiento,
piedra angular, ofrenda expiatoria.
  
El temor se apodera de los fieles.
Vuelve la oscuridad. Les vence el miedo.
Jesús dice no teman ni lo digan
 
hasta que resucite con laureles,
vencedor de la muerte, y en su credo
la almas rescatadas le bendigan.