QUINTO MISTERIO GOZOSO
ya es "hijo del precepto", y sumiso va a observar el antiguo compromiso de ir al templo, sito en Jerusalén. Sois su familia el único sostén de su novicia edad, y así es preciso que estéis pendientes de Él, pues un aviso tenéis de la misión del Sumo Bien. Salís de Nazaret en caravana para conmemorar el sacrificio, el rito de la Pascua de Yahvé. El recuerdo de la feliz mañana que eximió al pueblo hebreo del suplicio al señalar sus puertas con la fe. Pasados cinco días del festejo volvéis a Nazaret, vuestro destino. Después de una jornada de camino no halláis al Niño-Dios en el cortejo. Tu esposo, el fiel José, gime perplejo. Tú, apenada, presientes el espino revelado en la Biblia, brutal sino del que hace un hombre nuevo al hombre viejo. Son tres días de búsqueda infructuosa, interrogando a amigos y parientes, presos de incertidumbre y de dolor. Tú, María, angustiada, temblorosa, alzas al Padre súplicas fervientes por la vida del joven Salvador. Te sorprendes al verle en compañía de unos sabios doctores asombrados escuchando a un chiquillo, embelesados ante su excepcional sabiduría. Le dices a Jesús que te dolía no haber sido su padre y tú informados, tres días le buscasteis, desolados, pensando si algún mal le sucedía. Él responde extrañado, ¿os inquietabais conociendo el mandato, el ocuparme en cosas de mi Padre, en la misión?. No entendisteis, mas ambos lo esperabais. Vuelves con tu hijo a casa y ni un adarme olvidaba tu absorto corazón. Emma-Margarita R. A.-Valdés Del libro: "Antes que la luz de la alborada, tú, María" |