Por
Jesús inicia su predicación,
dice: el reino de Dios está cercano.
Ya se ha cumplido el tiempo. Él es humano
y divino e invita a conversión.
Acercar la Palabra es su misión,
redimir el pecado del manzano,
sufrir la cruz, ser buen samaritano
para instaurar el reino del perdón.
Es el momento de la penitencia,
de oír el Evangelio, del Calvario,
con humildad y fe y amor profundo.
El fiat de mujer fue complacencia
desde la eternidad, de su sagrario
viene el reino de Dios para este mundo.
El reino es fiesta, es gracia, es crecimiento
en nueva vida, es patria del amor,
es la misericordia del Señor,
es su paz, y sublima el sufrimiento.
Es reconciliación por Sacramento
que perdona el pasado en el error
con esencia de fuego, si el dolor
de haber pecado es libre ofrecimiento.
El reino es como grano de mostaza,
levadura, tesoro, perla, red,
justicia, gozo, bien, sabiduría.
En soledad con Cristo se solaza
el alma acrisolada en la merced
de habitar en el reino, en la alegría.
Jesús abre la puerta de la gloria
y da la llave a Pedro, es su elegido
para representarle, ha renacido
de su honda conversión propiciatoria.
Dice a los suyos guarden su memoria
y que en su nombre entreguen lo ofrecido,
perdón al pecador arrepentido
y su reino del bien y la victoria.
Nos da los Sacramentos, son la luz
para alcanzar el reino de los cielos,
patrimonio del alma redimida.
Nos hace piedras vivas con su Cruz,
con su gracia levanta antiguos velos
y en su Cuerpo nacemos a otra vida.